El Colectivo Caja Rápida lo integramos Osvaldo García Delgado (OSLEY), Carolina Maldonado, Javier Miranda Nava, Omar Vega Delgado y Roberto García Hernández en octubre del 2007 como un equipo de trabajo. Cuando iniciamos con la idea de trabajar juntos consideramos una serie de criterios para que todo funcionara o por lo menos para sortear las dificultades o aprovechar las cualidades de un equipo de cinco personas: eliminar la presencia individual, la mano o el ego de cinco artistas distintos, evitar los gastos y limitarnos a materiales prácticos y lo más económico posibles a fin de poder arriesgarnos y desarrollar proyectos que en individual, de otras maneras y con otros materiales sería muy complicado y costoso de producir. Debía ser algo que no consumiera demasiado tiempo, enfocarnos en una idea a la vez y llevarla a cabo entre todos sin la necesidad de denotar que se trata de un trabajo elaborado entre varios.

La decisión inicial de utilizar cajas como material básico resulta de una mera coincidencia, al constituir momentáneamente un común denominador en nuestros procesos de trabajo individuales. En algún momento de nuestra formación en el taller de pintura y producción personal, cada uno de nosotros comenzó a trabajar con cajas por distintos motivos: economía (cajas encontradas o rescatadas de la basura), una posibilidad de trabajar con diferentes formatos, el experimentar con soportes tridimensionales u objetos y ampliar la investigación en un campo tridimensional y no sólo como superficie. Nuestra propuesta resultó de reconocer este elemento como una característica compartida y provocar su uso a fin hasta que sus características se convirtieran en el motor de un trabajo que surgiera de un diálogo colectivo a partir de un pretexto tan anodino como es una caja de cartón.

Lo simple del elemento caja nos permitía concentrar nuestras estrategias sobre elementos básicos: formalmente se trata de un módulo básico y sencillo, y a nivel de objeto sentimos que la idea de recipiente se manifiesta en la caja desde nuestras construcciones y viviendas (los departamentos son cada vez más ratoneras o cajas de zapatos) y cada espacio que habitamos en distintos momentos está delimitado en una lógica de envolver-proteger-encerrar. La caja nos resultó un módulo básico formal y conceptualmente. A partir de aquí, empezamos a desarrollar proyectos que tomaban como punto de partida algunas ideas que consideramos a manera de esculturas e instalaciones. Adentrarnos en terrenos en los que no habíamos incursionado nos permitió rebasar consideraciones y tomar decisiones que funcionaran sin la necesidad de decir si esta pieza correspondía a una determinada tipología. Sin proponérnoslo en el papel al principio, comenzamos a interesarnos en algunos tópicos que, aunque implícitos, no pretendíamos atacar inicialmente, como la arquitectura (vivienda o estrategias de organización) o el aspecto político de un espacio y contexto urbanos. No pretendemos hacer un trabajo didáctico sino, por el contrario, frustrar las expectativas del posible espectador y detonar reconocimientos de ideas y elementos que están ahí pero que requieren de una activación consciente y de un involucramiento con la obra. No se pretende enseñar u ofrecer nada; si evitamos esta idea de dar algo como una condescendencia con el posible visitante y lo forzamos a que reconozca (y se reconozca) desde su posición, consideramos, puede ocurrir un diálogo o un acto en el que ambas partes comienzan a entenderse.